Hacia un revisionismo de la expresión Revolución Industrial

 

Hacia un revisionismo de la expresión Revolución Industrial

 

Rodrigo Medina Ramírez


Son innegables los alcances de la llamada Revolución Industrial hasta el día de hoy. No obstante, los costos en relación con el capital humano han sido altísimos, por lo que, con el presente ensayo, se pretende cuestionar si el término revolución es viable para referirse a este conjunto de innovaciones surgidas a partir del siglo XVIII, en el entendido de que dicha palabra hace alusión a un cambio brusco que trae consigo resultados positivos. Para lograr este cometido, me apoyaré en la cinta Modern Times de Charlie Chaplin; en el documental The True Cost, dirigido por Andrew Morgan; y en el capítulo “La Revolución Industrial”, contenido en La Era de la Revolución, 1789-1848 de Eric Hobsbawm.

Para comenzar, hay que hablar sobre la producción en masa característica de la fábrica en la que trabajaba el Vagabundo de Modern Times,[1] relacionada con la moda rápida que genera la cadena H&M[2] y que son productos de la Revolución Industrial, pues, además de máquinas, se necesitan inversionistas y empresarios para lograr los objetivos planteados.[3] Ambas cuestiones sólo pueden tener detrás un común denominador: la explotación laboral y, evidentemente, los bajos salarios, que bajo ningún término son sinónimos de los supuestos resultados positivos de estos procesos iniciados en el dieciochesco, pero sí de una muy baja, o quizá inexistente, calidad de vida para los empleados. En esa medida, el sustantivo revolución comienza a tambalear.

Por otro lado, y en relación con lo anterior, hay que colocar de relieve el hecho de que la sociedad industrial se caracteriza por un mercado mundial y monopolizado,[4] aspecto que se vislumbra tanto en Modern Times como en The True Cost y que trae consigo perjuicios a la salud de los trabajadores, ya que el exceso de trabajo que propicia un monopolio tiene al estrés y, por tanto, al deterioro de la estabilidad emocional como efectos;[5] del mismo modo que sustancias químicas usadas en el tratamiento del algodón o del cuero,[6] por sólo colocar dos casos, pueden acarrear incluso la muerte de los empleados. Nuevamente, se cuestiona el término revolución, pues ésta no debería implicar, en síntesis, matar gente necesitada de un empleo.

En conclusión, es evidente que ni la explotación laboral y su consecuente e inexistente calidad de vida ni la muerte del explotado son propias de una revolución –se hace más precisa la simple expresión cambios industriales, por lo menos desde mi punto de vista–, ya que los resultados de las innovaciones ligadas a las actividades industriales únicamente se dirigen hacia los sectores elitistas, de modo que, gracias a ello, impera la mano de obra barata. Dicho bienestar tan socialmente reducido debería expandirse a los estratos bajos: empleos dignos, vidas dignas. Así como Hobsbawm, Chaplin y Morgan, todas las personas deberíamos cuestionar el sistema en el que vivimos, que a tan pocos seres beneficia.


Fuentes de información

  • CHAPLIN, Charlie, Modern Times, California, United Artists, 1936, 1:27:00 hrs.
  • HOBSBAWM, Eric, “La Revolución Industrial” en La Era de la Revolución, 1789-1848, Buenos Aires, Crítica, 2009, pp. 34-60.
  • MORGAN, Andrew, The True Cost, Vancouver, Untold Creative, 2015, 1:32:00 hrs.


[1] Charlie Chaplin, Modern Times, California, United Artists, 1936, 1:27:00 hrs.

[2] Andrew Morgan, The True Cost, Vancouver, Untold Creative, 2015, 1:32:00 hrs.

[3] Eric Hobsbawm, “La Revolución Industrial” en La Era de la Revolución, 1789-1848, Buenos Aires, Crítica, 2009, p. 39.

[4] Ibid., p. 40.

[5] Vid. Charlie Chaplin, loc. cit.

[6] Vid. Andrew Morgan, loc. cit.

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