La Deshumanización de la Revolución Industrial
Por Flores Carrera Reyna
El take-off
representaba un despeje económico para un modelo capitalista de producción masiva.
La maquinaria planteaba una evolución industrial, así como la aceleración del
mercado, y la riqueza de quienes tenían los medios de producción, pero ¿Quiénes
se encargaban de sostener este sistema y a qué costo? Este breve ensayo se
propone un reflexión en torno a la deshumanización de la producción, que hacía
de la jornada laboral una carga, olvidando que quienes trabajan son humanos y que
tienen necesidades y derechos.
Este sistema no nació de la noche a la mañana, sino que
fue un proceso gradual, en el que "[…] la transición a la nueva economía
creó miseria y descontento, materiales primordiales de la revolución social. Y
en efecto, la revolución social estalló en la forma de levantamientos
espontáneos de los pobres en las zonas urbanas e industriales […]"[1],
pues la producción artesanal se vio desplazada, y quienes se lograron integrar
en este nuevo sistema, descubrieron que se sometían a condiciones deplorables,
sin una jornada laboral digna, y un pobre salario.
Por un lado, existía "La mecanización [que] aumentó
mucho la productividad […] de los trabajadores, [quienes eran] muy mal
pagados en todo caso, y gran parte mujeres y niños"[2] , y por el otro, "[…] las ganancias
para el hombre que llegara primero al mercado con sus remesas de algodón eran
astronómicas y compensaban los riesgos inherentes a las aventuras
técnicas."[3]
Entonces, se empezaban a configurar los burgueses como un sector rico, a costa
del proletariado que sostenía sus producciones.
Así, "la explotación del trabajo que mantenía las
rentas del obrero a un nivel de subsistencia, […] [permitía] a los ricos
acumular los beneficios que financiaban la industrialización y aumentar sus
comodidades […]."[4] La
gente de las fábricas se sometía a un ritmo de trabajo que, ejemplificado con
la película Tiempos Modernos, vivía en un constante ritmo, que
finalmente, llevó al vagabundo a la locura, pues el encargado de la fábrica se
preocupaba más por la producción, llegando incluso a querer invertir en un
aparato que permitiera trabajar y comer al mismo tiempo. Dicho vagabundo
termina en el hospital, después en la cárcel por involucrarse en una huelga, y
finalmente, desempleado y sin hogar. El filme nos deja claro los objetivos de
las propietarios, ya que incluso una necesidad básica como comer, pareciera ridícula
ante la expectativa de tener que seguir produciendo, y no parar por algo tan simple.
Y si bien, Hobsbawm sitúa su análisis en torno al siglo XIX, y la película se filma hacia 1936, es claro que la revolución industrial sigue evolucionando, pues lo que importaba en ese momento, y aún ahora, es que "el mercado se ampliaba, y la cuestión vital consistía en que un producto de mercancías de gran consumo adquiriera nuevos mercados que le permitieran una continua expansión de su producción."[5] Actualmente, países como Bangladés, se ven envueltos en un mercado que se preocupa por la producción, y deja de lado los derechos laborales, las cuestiones humanas, y pareciera que los empleados operan sin cansancio como si fueran máquinas, casi en condiciones de esclavitud, pues como Hobsbawm señaló, "[…] la esclavitud y el algodón marchaban juntos."[6]
Referencias:
Chaplin, Charlie, Modern
Times, California, United Artists, 1936, 1:27:00 hrs.
Hobsbawm, Eric, “La Revolución Industrial”
en La Era de la Revolución, 1789-1848, Buenos Aires, Crítica, 2009,
pp. 34-60.
Morgan, Andrew, The
True Cost, Vancouver, Untold Creative, 2015, 1:32:00 hrs.
Comentarios
Publicar un comentario